Septiemble, ojalá.
A pesar de todo, ¡viva México!
Un terrible temblor
nos hizo tender las manos:
todos nos vimos hermanos
pero, al votar los gusanos
nos dimos al mejor postor.
En aquellos años, nos faltaba cultura sísmica. Fueron momentos de terror para quienes vivimos el terremoto de aquel 19 de septiembre de 2017, recordando, reviviendo el del año 1985. Nos faltaba cultura, sí, pero nos sobraba corazón, nos sobraban fuerzas, nos faltaban recursos y medios para socorrer a quienes habían perdido todo, desde sus casas, sus pocas propiedades o hasta la vida. Se sintió terror, pánico, como dicen los que saben. Se sintió que se estaban removiendo las heridas mentales, sentimentales, personales y colectivas de una sociedad que siempre ha sido solidaria.
En 1985 (oh, sí, lo recuerdo bien), el gobierno federal se hizo ojo de hormiga ante la tragedia, y se conformó con salir en la foto oficial recorriendo una diminuta parte de la zona cero de la ciudad de México. En aquel entonces, la gente salió de sus casas y se hizo una con socorristas, bomberos, topos, ejército, policía y quienes estuvieron para ayudar. Picos, palas, manos, cubetas, mecates, todo fue bien recibido y bien empleado; la prioridad eran las vidas sepultadas bajo los escombros. El gobierno de Miguel de la Madrid se hizo de la vista gorda rechazando la ayuda internacional; al principio, pero tuvo que ceder porque el mundial de futbol estaba cercano. A los pocos meses de la tragedia, en una ciudad con escombros por doquier adobados por el olor a muerto, mientras estaba «el mundo unido por un balón», el público presente en el estadio Azteca se metió directamente con la esposa del presidente, gritando a viva voz, en recuerdo a sus inacciones tras los mismos algo que no pudo entenderse a nivel mundial para quienes desconocieran su actuar. El Coloso de Santa Úrsula vibró con un «Paloma Cordero, tu esposo es un culero». Y así, el pueblo mexicano hizo suya la tragedia para convertirla en solidaridad y de ahí nacieron hermanos, hijos y padres del corazón.
Años después, en 2017, la capital de la república mexicana sufrió otro recordatorio de la Madre Naturaleza: horas después de haber jugado a «no corro, no grito, no empujo», otro terremoto nos acomodó el instinto de supervivencia. No solamente nos azotó en Ciudad de México; fueron más estados con resultados funestos, pero les escribo sobre lo que viví, solamente mi experiencia. En el famoso Metro (antes funcional) viajaban socorristas, hermanos de la tragedia con ganas de rescatar a miles en un día lo mismo que la señora con una bolsa de tortas y un termo con café que llevaba a alguna zona cero, que un rescatista cubierto de tierra, con la mirada perdida y el rostro surcado de sudor o lágrimas o ambas, no lo sé; niños llevando sus latas de atún y sus bolsas de arroz porque en su escuela había un centro de acopio; ancianos que rezaban por el descanso eterno de quienes habían perdido la vida y personas que consolaban a los desconocidos que lloraban en el metro. La tragedia ocasionada bajo tierra forjaba la solidaridad bajo tierra, irónicamente.
Y sí, con ayuda del gobierno o no, el pueblo mexicano supo, ha sabido salir adelante, sacudirse el polvo, enjugarse las lágrimas y chinguesumadre, a darle, que para morir nacimos. Nos burlamos de la muerte, tenemos un sentido del humor ácido, acre, negro, nos reímos de la desgracia, aunque lloramos las pérdidas. Septiembre, somos mexicanos, viva México cabrones, noche mexicana y todos los festejos a todo tren. ¿Solamente en septiembre somos mexicanos? ¿Nada más unos días tenemos los ánimos para defender a nuestra patria de un osado enemigo? ¿Nada más en septiembre? No, ni en septiembre. No. No, no y no. El «gobierno federal» nos está rompiendo por el eje, así como los gobiernos estatales que cambiaron por aquellos que prefirieron las dádivas y las limosnas al trabajo. Nos clavaron una reforma legislativa que nos tiene atados de pies y manos, así como he dicho que el movimiento del 68 nos dejó castrados como sociedad. Qué triste que seamos perros de azotea que ladramos, pero no nos aventamos. Qué terrible que nos estemos volviendo una Venezuela gobernada por Papá Doc, adoctrinada por el Che, estructurada por Mao, habitada por haitianos. ¿Qué esperamos, que vuelva a temblar para que volvamos a salir a las calles codo con codo a levantar el puño? Carajo, septiembre. Carajo, mexicanos. Carajo.
Viva México.