Lunes, maldita sea
Que si la Conade, que si Venezuela...


Todos los caminos llevan a Roma
reza el antiguo y conocido refrán.
Que si este es un terrible patán,
que si el que gobierna es un gañán…
Y no falta el pendejo que se asoma.
En estos últimos meses se ha declarado la guerra a la razón. Son hechos en apariencia sin importancia, que solamente han sido expuestos o creados para molestar a las buenas conciencias. O a las no tan buenas, también a los hipócritas y a los desmemoriados, a los que aplauden y después recapacitan, a los que lloran y después ríen y celebran. El caos se apodera de un mundo que, de por sí, ya era un desmadre.
Que si en México seguimos escuchando mentiras, que si nos gustan las dádivas, que si el presidente es Dios hecho tabasqueño y su títere es su continuación del poder tras el poder por no poder. Nosotros permitimos que la cuarta nos esté llevando a un país de quinta, porque nosotros seguimos votando porque la holgazanería, la mentira, el valemadrismo y la incompetencia se volvieran institucionales. Eso es tema juzgado y lo pendejo no se nos va a quitar al menos durante el siguiente sexenio.
Que si en los juegos Olímpicos se deja ver, sin decoro o pudor alguno, una sociedad corrompida entre las faltas de respeto a las ideologías o no, las tonterías de permitir competir a mujeres contra hombres que se perciben (o como se diga) mujeres, nuevas marcas olímpicas, tiradores natos que surgen tras un pleito con la pareja, llantos de «ya merito» entre gritos de «México, México» dónde el aplausómetro de la mediocridad llega al cien, porque aunque nos descalificaron se veían bien guapas, porque aunque fuimos a pasear seguimos recibiendo a los atletas que está más que demostrado que no están a la altura de una competencia de tal nivel, pero que lo intentan a pesar de la Conade y los malos manejos de esos entes que se cuelgan las medallas gritando a voz en cuello que son sus éxitos, y que ponen en alto el nombre de México y bla bla bla. Dirigentes que hablan a lo pendejo colgándose el triunfo ajeno tratando de disimular que este paso está sumido en la porquería (la verdad, iba a escribir «mierda» en lugar de «porquería» pero ya me dio pena tanta pinche vulgaridad).
Que si Maduro es Venezuela y los venezolanos no votaron por él, que si a sus «enemigos» electorales están escondidos, exiliados o presos – si no estás conmigo estás contra mí -, que si se manipuló la elección y que Venezuela ya es un despectivo… No, despectivo no, sino un referente de la tiranía en la llamada América Latina, donde el ganador se proclama entre los aplausos de sus comparsas, entre las amenazas del Big Brother que un idiota grita detrás de una cama de televisión «oye, Trun» pero que es un cobarde ruin, sin entrañas que se le hace agua la canoa («hidrocanoia», la llaman los científicos) a la hora de enfrentarse cara a cara con niños enfermos, con maestros sin pago, con madres que buscan a sus hijos, pero que a los malos de la película, el viejo idiota y sus lamebolas los abrazan, les llaman «don Fulano» (es una falta de respeto llamarles por su sobrenombre) y les externan sus condolencias mientras nos llama golpistas, conservadores, traidores a la Patria y nosotros, los demás que no merecemos nada, nos tragamos nuestras lágrimas y nuestros gritos porque no hay apoyo de nadie que no sean nuestros seres queridos, y en muchas ocasiones la mano que nos brinda ayuda es la que se encuentra al final de nuestro brazo.
Lo bueno es que solamente iba a comentar que este mundo está de cabeza, pero, por desgracia, ya me demostré que todos los caminos llevan a Roma.