Libres, ¿libres?
¿Valoramos, en realidad, la libertad que gozamos actualmente?
Lo perfuman muy bonito
pues no deja de apestar.
Lo peinaron parejito
igual que al tal don Benito:
«Porquerías del bienestar».
Nos quejamos muchas, interminables veces de los espacios para vivir en nuestro país. No hablemos solamente de lo caro que resulta pagar una renta, comprar un terreno, construir, aunque sea, un cuarto en el que podamos habitar de manera decorosa. No hablemos de lo caro que es tener servicios (ninguno es gratis) y el viacrucis que representa pagar la luz -o te la cortan-, pagar el agua -o te la cortan-. Si tienes servicio de gas, ya sea LP o natural, es otra aguja ensartada en los ojos. ¿Internet? Ya no es un lujo, como podría resultar hace algunos años; ya se ha vuelto una necesidad por las escuelas de los hijos, porque ahora ya no hay llamadas por teléfono, sino todo -o casi todo- se resuelve mediante mensajería instantánea, guasapeando o mandando mensajes instagrameables.
Aparte de esto, con tu sueldo tienes que pensar en lo que vas a comer te paguen a la semana o a la quincena. Dicen que uno como sea, pero ¿las criaturas? Nuestros hijos tienen la mejor de las punterías porque cuando estás raspando tu dinero para que te alcance, ya rompieron los zapatos, necesitan un libro, se les antojó esto o aquello y pues, ni modo, hay cosas que no pueden dejar de atenderse y todo eso lacera nuestro bolsillo y nos hace vulnerables a enfermedades, desajustes emocionales y una cantidad memorable de problemas que se desatan al abrirse cualquiera de los anteriores, cual caja de Pandora.
Afortunadamente, eso se va a terminar si votamos por la comodidad, por la continuidad y el valemadrismo de los otros datos. Nos quejamos de lo complicado que es tener un techo y cuatro paredes, de lo caro que resulta mantenerlos, de lo terrible que es no tener dinero a pesar de todos nuestros esfuerzos. Si refrendamos a los que ahora nos «gobiernan», pronto dejaremos de sufrir. Imagina: un lugar en el que no pagas agua, ni gas, ni luz, ni internet, en el que no tienes que preocuparte por los muebles de la casa, en el que no vas a batallar pensando en la comida, en el que tus vecinos son más o menos todo eso que la sociedad está creando gracias a los abrazos. Es un espacio de tres paredes, un techo y una reja en un espacio de doce metros cuadrados, donde comes lo que te den a la hora que te lo den, en donde no vas a sufrir dolores de cabeza pensando a dónde llevar a la familia porque no vas a salir. No vas a pagar nada, pero tampoco tienes dinero, ni tiempo para hacer vida social, ni para tomarte tu cerveza de los fines de semana, ni fumarte tu cigarro al final de la jornada laboral, donde no tendrás la libertad de ir al baño con intimidad, donde nunca sabrás si es de día o de noche. Pa’ pronto, ¿ya reconociste la celda de una cárcel en lo que te estoy describiendo? ¿Te parece justo vivir en un sitio como ese? ¡No, claro que no, y a mí tampoco! Pues si no elegimos para bien este día de junio, la cárcel estará tomando las calles, estará tomando nuestras vidas, estará terminando de cimentarse y a nosotros estará terminando de cargarnos la chingada. Y no, no exagero.
Recuerda que habiendo quien no valora su libertad, termina vendiéndose como esclavo.