«Alitosis»

RIP al PRI

J.C. SanTa

7/10/2024

El PRI presenta necrosis

por reelegir a un tarado

que tuvo el tiempo contado,

y de todos se ha burlado:

el mal se llama «Alitosis».

Estos últimos días han sido una carambola de sucesos a diario: el Hura’kán Beryl nos dejó, por fortuna, como novias de pueblo; la Eurocopa no ha sido aquel evento que fuera a romper quinielas; la cafetería sigue cerrada hacia la terraza y en el PRI tuvieron la genial idea de reelegir, a mano alzada, al tlaconete llamado Alejandro Moreno, aka Alito Moreno, el hombre que se entregó a la cuarta transformación.

Lo del huracán se entiende, lo de la Euro no, pero la idiotez que hizo la «cúpula» priísta no tiene madre. Es reelegir hasta para dos periodos más de negligencia, de estulticia, de pasguatez, de sonrisas Colgate, de cera caliente en los oídos, de maniobras para nada claras, vaya, de más pendejadas que, como en el cuento de Juan Rulfo, Anacleto Morales, las piedras más redondas del río se han ido amontonando para evitar que el PRI salga de su tumba. Es una vergüenza saber que ellos mismos, los priístas de los altos mandos hayan permitido, a mano alzada, que este aliado de closet de la cuatroté siga dirigiendo la nave derechito a la tormenta.

La pregunta se queda en el aire: ¿y las bases estuvieron de acuerdo en la re-re-reelección de Moreno? ¿Alguien les preguntó? ¿Hubo alguna especie de consulta saliendo del centro comercial, en los tianguis, por teléfono, en algún evento masivo? No, no creo. Las bases, como de costumbre en cualquier partido político (hay excepciones estatales), son la carne de cañón que aguanta a pie firme y en un encabronante silencio lo que decidan los de arriba «porque ellos son los que saben».

La trampa estaba hecha, al más puro estilo de Vargas de La ley de Herodes: le bailaron un zapateado encima al artículo 178 de los estatutos del PRI nacional. De acuerdo con la redacción, se modifica este artículo 178 para eliminar la prohibición de reelección de las dirigencias a nivel nacional, estatal y municipal. Es decir, que Alito tiene el poder de retener el poder porque es, a decir de los priístas afines a Moreno, que han sustentado los cambios en que «el funcionario tenga un vínculo más estrecho con la militancia y una mayor profesionalización en su encomienda», siempre que cuente con los votos suficientes para ello. Añaden que esto retribuye en «una mejor rendición de cuentas y fomenta las relaciones de confianza entre los integrantes de un mismo partido». Ah.

El ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra, pero los priístas no solamente se tropiezan con esa piedra, sino que se la llevan a su casa. No es malo ser pendejo; lo malo es ser pendejo con iniciativa.

Los priístas han hecho de sus pendejadas una serie de premisas banqueteras: se convirtieron en aquello que juraron destruir; la mala leche no se crea ni se destruye, solamente se cambia de partido; el que por su culpa es buey, permite que le bailen encima. En fin, somos testigos de una nueva enfermedad social que está haciendo ver en pañales al compadrazgo, al amiguismo, al nepotismo y a todo ese universo de males que la política mexicana ha creado, cual doctora Veneno a lo largo de su historia. Esta enfermedad es la «Alitosis» así, sin hache, porque la hache es muda, igual que las mentadas bases del partido tricolor. El mal aliento es lo de menos, a decir de Shakespeare en Hamlet: «algo huele a podrido en Dinamarca». Hasta allá llega la podredumbre emanada de los efluvios y las flatulencias del PRI. Resultó ser un visionario el maestro Eduardo del Río, Rius, en sus Agachados: el PRI ha desaparecido… ¡Larga vida al RIP!

Alito, eres lo peor que le pudo pasar al PRI.