Ah, sordito el muchacho…

De sordos y ciegos.

J.C. SanTa

4/8/2024

grayscale photo of man and woman statue
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De alguna manera bastante lógica, padezco una especie de sordera causada en parte, por la edad, y, por otra parte, a que cuando estaba en aquellas bandas de rock de mi juventud, fui fanático de estar siempre frente a la batería y de usar dos amplificadores: uno a manera de monitor (frente a mí) y el otro dirigido al respetable. Estás en la edad en que Supermán te pela los chícharos pa'l guiso y en el que nunca te va a pasar nada, en el que los huesos tronados sin atención médica jamás te van a dar problemas y en que jamás te vas a chingar la rodilla.

¡Oh, triste realidad! Sí, te quedas sordo (si te quedaste pelón, ¿qué más puede malir sal?); sí, te chingaste la rodilla y sí, tu hombro derecho parece armado con pedazos de una matraca. La edad va causando estragos y como dijo Pablo, pues ya ni Pedro porque lo bailado nadie me lo quita. Cierto, regresando con la sordera de tísico que padezco. Decían que es sordera de tísico porque ese sordo solamente escucha lo que le quiere. Nunca supe bien a bien qué querían decir con eso, pero suena entre dramático y delicado (porque el tísico sufre tisis, tuberculosis pulmonar). Yo digo que es sordera selectiva porque solamente escucho lo que me conviene, aunque en parte soy distraído, muy acelerado y de mecha corta. Bueno, lo de la mecha y los pocos pelos ni al caso, pero ya está ahí.

Mi sordera parcial - selectiva - convenenciera me ha ayudado a encontrar temas de los que puedo seguir aprendiendo en el caso de la música: escucho música nueva, escucho con calma la instrumentación y descubro detalles que antes no había escuchado. Que si los arreglos de tal o cual pieza, que si los juegos de voces, que si las percusiones y en fin, una cantidad genial de «cositas» que realmente no sirven ni para hacer plática, a menos que compartamos estos gustos y estas posibles manías melómanas. Descubres algunos detalles técnicos, ya sea en grabaciones de estudio o de conciertos en vivo. Escuchas si alguien desafinó, si se adelantó o se atrasó, si está sincopando o improvisando. Eso me ha ayudado bastante en mis devenires de músico lírico, porque de una y muchas maneras puedes presumir de tener el oído educado para descubrir ciertos menesteres de la música. Habrá quien diga que no es tan educado si escucho y prefiero el metal sobre muchos otros géneros. Ah, ahí está el secreto: ya tuve que haber navegado por muchas aguas musicales, naufragado sin rescate y sin mi señor Wilson en otras, así como he podido plantar mis banderas en ciertas islas de las que me declaré amo y señor.

Recuerdo que en mis infancias en Ecatepec, había un tal Josué Valdés Mondragón, que era el presidente municipal de mi terruño y dueño de quién sabe cuántas líneas de autobuses, tortillerías y farmacias, entre otras monerías. Este tipo se plantó en el partido que enseñoreaba aquellos entonces (el PRI), y el municipio tenía sus deficiencias, pero no tan marcadas como son ahora. El arma no tan secreta de don Josué era su populismo, que siempre fue su as bajo la manga y no solamente de este hombre, sino del partido a nivel nacional: las fotos gloriosas del pueblo abrazando a tal o cual candidato debajo de un sol atroz, caminando con ellos en los caminos de tierra, comiendo tacos de frijoles y bebiendo agua de un jarro despostillado siempre fueron las notas refulgentes en ese priísmo que mandó por décadas en el país. Ahí estuvo la diferencia: quizá no escuchaba, pero sí oía al pueblo que se les acercaba.

El populismo siempre ha sido bandera de muchos de los políticos en México. ¿Ejemplos? A partir de Lázaro Cárdenas, Tata Lázaro, el populismo se hizo popular. Pero, ¿qué es esa palabrita de populismo? Es, según la RAE, «una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares». Entiéndase, pues, que es la actualización de los políticos para que el pueblo los sienta parte de ellos, sobre todo las clases «menos privilegiadas», haciendo creer que sufren igual que ellos, que comen lo mismo que ellos, que viven igual que ellos cuando la realidad es totalmente distinta. Populistas por excelencia fueron Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, así como todos los presidentes surgidos de las entrañas del PRI, sin olvidar que Miguel de la Madrid Hurtado fue un populista tibio que no dio la cara a la hora de la verdad. Vicente Fox Quesada y su muchachada no fue más que un aparente apego a las clases más desfavorecidas. Todos, sin excepción, dan muestras de un falso amor desmedido al pueblo durante sus campañas. Una vez elegidos para tal o cual puesto, se les olvida quién los llevó a donde están, para qué están ahí y cuáles son sus obligaciones. Ahí termina el populismo porque, como dijo alguna vez Carlos Salinas de Gortari, «ni los veo, ni los oigo».

El actual presidente (porque de mandatario no tiene nada) se solaza haciendo chistes, siendo cruel, sarcástico y sordo de las necesidades de su «pueblo bueno». Ni los ve, ni los oye, ni los considera, los descalifica, los agrede, los ataca. Ah, pero no fueran beisbolistas (con todo respeto) o la mamá de un capo porque entonces sí, es todo oídos y hasta cartitas tiene guardadas. No puede recibir a una comisión campesina (o científica, o magisterial, o popular) pero sí a los líderes de países que están sufriendo hambre, porque quiere ser como ellos: sordos, ciegos y sin corazón.

Tenemos un presidente tísico.

Un ojo le falta al tuerto,

el cojo carece de pierna,

pero el tipo que gobierna

es sordito al parecer:

no escucha ni a su mujer.